Iniciando por esta simple descripción (que a Marlboro le ha hecho su campaña durante años) y por el simple significado de este tipo de hombres, el hacer una cinta donde su figura cambiara diametralmente de connotación, era per se difícil. Cuestiones homofóbicas, prejuicios y mentes obtusas han causado que a esta película se le etiquetara con nombres como “Los vaqueros gay” o “Lo que el viento se llevó, versión gay”. Sí, Brokeback Mountain es una cinta que toca la temática homosexual, pero decir que se trata sólo de ello, es miopía, pues el aspecto gay es tan sólo forma; su fondo es algo más universal: el amor.
Pero no se trata de amor solamente, sino de amor frustrado, aquel que llega a destiempo, aquel que está prohibido, por cualquier tipo de ley, llámese moral, religiosa o legal. Amor apasionado pero imposible, amor amorfo, oprimido, rechazado… pero correspondido. Amor que se tiene que callar, cuando el corazón impulsa a gritar. Amor que sólo tiene de correcto el lugar… un lugar desolado como Brokeback Mountain.
Y es que cuando uno ve la cinta, si bien el tabú homosexual está presente, éste podría haber sido sustituido por cualquier otro y de cualquier clase: religioso, racial, ideológico o nacional; el amor prohibido es una constante universal.
Por este motivo es que Brokeback Mountain es grande, por acercarse a una realidad humana tan íntima, y al hacerlo, lograrlo con una magistral fotografía, a cargo del mexicano Rodrigo Prieto, quien nos adentra en la mítica montaña, retratando los cielos, parajes, valles y caminos de Alberta con un romanticismo delicioso; una guitarra cálida y profunda brotada del talento latino de Gustavo Santaolalla; una dirección a veces brutal y otras delicada, cortesía del taiwanés Ang Lee, quien siendo asiático logra una cinta profundamente americana; y finalmente con un agigantado logro histriónico de Heath Ledger (tremendo dominio del acento), Jake Gyllenhaal y Michelle Williams (la chica problemática exDawson Creek).
En el argumento, Ennis Del Mar y Jack Twist, son dos vaqueros contratados para cuidar un gigantesco rebaño de ovejas en la montaña Brokeback durante un verano. Allí, en medio de la soledad, la inclemencia del tiempo y la mutua compañía, la inclinación gay de ambos vaqueros sale a flote, iniciándose un romance que los dejará marcados para siempre. Para Jack, la cuestión homosexual es algo natural, pero para Del Mar, la situación es complicada, al arrastrar desde su niñez un trauma sexual enorme y por tanto rechazar, al menos en apariencia, cualquier lazo con cuestiones homosexuales. La relación, que nace inicialmente silvestre, se torna tormentosa al paso de los años, cuando los dos amigos se separan y tienen que verse furtivamente, desencadenando frustración, ira y arrepentimiento, no sólo en ellos, sino incluso en quienes les rodean.
Brokeback Mountain no es una cinta comercial, aún con sus 8 nominaciones al Oscar; seguramente no tendrá más de una o dos salas como máximo dentro de las 20 opciones en los titánicos complejos cinematográficos actuales, y también apostaría a que su paso por ellas tan sólo durará 2 ó 3 semanas; no es un producto magneto de billetes verdes por muchas razones, incluyendo su temática, y sin embargo vale enteramente el boleto pese a su desenlace, que desde mi personal punto de vista, está forzado y no logra el nivel dramático sostenido a lo largo de la cinta. No obstante es un gran producto de introspección que lleva a la gran pantalla, el placer y el dolor de ser simplemente… humanos.